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Esperanza de vida vs Longevidad: ¿Qué debemos buscar?

  • Foto del escritor: Dra. María José Pardinas Llergo
    Dra. María José Pardinas Llergo
  • 9 sept
  • 4 Min. de lectura

Bienestar en la medicina preventiva

Estrategias para cerrar la brecha: prevención, clínica e investigación


En apenas un siglo, la humanidad pasó de una expectativa de vida limitada a poco más de 40 años a superar, en la mayoría de los países, los 70 años. Los avances en salud pública, vacunación, antibióticos y control de enfermedades crónicas permitieron que la población mundial viviera más años de los que generaciones previas hubieran considerado posible. Sin embargo, la pregunta clave hoy no es solamente cuántos años vivimos, sino cómo vivimos esos años. La diferencia entre esperanza de vida y años vividos con buena salud se ha convertido en uno de los retos más relevantes de la medicina actual.


La brecha global entre vida y salud


Un análisis internacional publicado en JAMA Network Open por investigadores de Mayo Clinic examinó 183 países miembros de la OMS. Entre 2000 y 2019, la esperanza de vida global aumentó, pero la longevidad, entendida como años vividos con buena salud, no creció al mismo ritmo. En 2019, el promedio mundial mostró 9.6 años vividos con enfermedad o discapacidad, un 13% más que en el año 2000. Dicho de otra manera, una parte importante de los años ganados se transcurre con limitaciones de salud. En consecuencia, el aumento en años de vida no siempre se traduce en longevidad real, sino en más tiempo con dependencia o restricciones funcionales.


La cardiopatía isquémica, el accidente cerebrovascular, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y distintos tipos de cáncer siguen siendo responsables de gran parte de la mortalidad prematura, pero también representan causas importantes de discapacidad y pérdida de autonomía en quienes las sobreviven. A ello se suman la diabetes mellitus y la hipertensión arterial, cuya alta prevalencia favorece complicaciones crónicas, así como la enfermedad renal crónica y las demencias, que se han convertido en determinantes centrales de dependencia y deterioro funcional en la vejez.


Estrategias para reducir la brecha

Cerrar el healthspan–lifespan gap requiere un abordaje multidimensional:


1. Preventivo.

El primer paso es dejar de pensar en la medicina solo como un medio para curar y comenzar a verla como una herramienta para prevenir. El verdadero avance consiste en anticiparnos a la enfermedad, abordando los factores de riesgo modificables que hoy explican gran parte de la carga de los padecimientos crónicos:

  • Obesidad y sobrepeso, que aumentan el riesgo de diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular y cáncer, entre otros.

  • Tabaquismo, aún responsable de millones de muertes anuales y factor determinante de EPOC y cáncer pulmonar.

  • Inactividad física, que contribuye a pérdida de masa muscular, fragilidad, depresión y enfermedad metabólica.


2. Clínico.

El mayor reto en la consulta no es tratar una enfermedad aislada, sino acompañar a personas que conviven con varias condiciones crónicas al mismo tiempo. Afrontar esta multimorbilidad requiere superar la fragmentación por especialidades y construir modelos de atención integrales, centrados en la historia y necesidades de cada paciente.


Para lograrlo, la medicina personalizada y la farmacogenómica permiten optimizar tratamientos y minimizar efectos adversos, mientras que la inteligencia artificial se convierte en una aliada para guiar decisiones en poblaciones cada vez más envejecidas y polimedicadas. En este contexto, el trabajo de equipos interdisciplinarios resulta esencial para diseñar planes que preserven la funcionalidad y la autonomía de cada paciente.


3. Investigación.

La ciencia abre un horizonte de posibilidades para transformar la manera en que envejecemos. Nuevas líneas de investigación buscan no solo tratar enfermedades, sino modificar el propio proceso del envejecimiento. Entre ellas destacan las terapias anti-senolíticas, diseñadas para eliminar células envejecidas y disfuncionales con el fin de retrasar la progresión de múltiples padecimientos relacionados con la edad. De igual forma, la medicina regenerativa, que incluye células madre, bioingeniería y terapias génicas, promete restaurar tejidos y funciones deterioradas, acercándonos a una longevidad que no solo se mida en años, sino en años vividos con salud.


Conclusión: qué debemos buscar

La medicina del siglo XXI enfrenta un importante reto: la humanidad ha logrado prolongar la esperanza de vida, pero gran parte de esos años adicionales se viven con enfermedad. El desafío central ya no es únicamente añadir más tiempo a la vida, sino alcanzar una verdadera longevidad, entendida como vivir más años con salud, autonomía y calidad.

Reducir la brecha entre esperanza de vida y vida saludable requiere un cambio de enfoque hacia la medicina preventiva, una atención clínica innovadora y centrada en la persona, y la investigación en nuevas fronteras de la biomedicina. Todos estos niveles deben alinearse con un objetivo común: lograr que vivir más signifique también vivir mejor.


En un mundo donde las proyecciones demográficas indican que para 2050 una de cada seis personas tendrá más de 65 años, no hay tiempo que perder. La verdadera medida del progreso no será cuántos años añadimos a la vida, sino cuánta vida añadimos a esos años.

Escrito por la Dra. María José Pardinas Llergo #medicina preventiva


Fuentes: 

  1. Garmany A, Yamada S, Terzic A. Longevity leap: mind the healthspan gap. NPJ Regen Med. 2021 Sep 23;6(1):57.

  2. Martinez R, Morsch P, Soliz P, Hommes C, Ordunez P, Vega E. Life expectancy, healthy life expectancy, and burden of disease in older people in the Americas, 1990-2019: a population-based study. Rev Panam Salud Publica. 2021 Sep 30;45:e114. 

  3. Garmany A, Terzic A. Global Healthspan-Lifespan Gaps Among 183 World Health Organization Member States. JAMA Netw Open. 2024 Dec 2;7(12):e2450241.

  4. https://newsnetwork.mayoclinic.org/discussion/the-global-divide-between-longer-life-and-good-health/

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