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¿Los wearables realmente están mejorando tu salud?

  • Paulina Moreno
  • 2 abr
  • 2 Min. de lectura

El futuro de la salud optimizada está al alcance de tu mano… o de tu muñeca.
El futuro de la salud optimizada está al alcance de tu mano… o de tu muñeca.

Los dispositivos de salud portátiles han ganado popularidad de forma exponencial en los últimos años. Según la encuesta Health Information National Trends, casi uno de cada tres estadounidenses utiliza algún wearable como relojes o anillos inteligentes. Se estima que este mercado superará los 150 mil millones de dólares para finales de 2029. Hoy, las personas los usan para monitorear desde la actividad física hasta el sueño, la frecuencia cardiaca, la composición corporal, la presión arterial y mucho más.


Pero, ¿realmente vale la pena usarlos? La investigación preliminar apunta a que sí. Estudios muestran que los wearables favorecen el autocontrol y promueven hábitos más saludables. Uno de ellos reveló que quienes usaban un rastreador de actividad física se movían 50 minutos más por semana. Otro encontró que pueden mejorar la calidad del sueño al medir con precisión sus variables.


“Contar con datos objetivos, como los que proporcionan los wearables, puede marcar una diferencia real en tu salud”, explica la Dra. Renae Thomas, médica y especialista en salud preventiva. “Hay una gran diferencia entre creer que duermes bien y tener resultados medibles que lo confirmen o te hagan ajustar tu rutina.”


Cuando se trata de salud, el conocimiento es poder—especialmente si cuentas con un acompañamiento experto que te ayude a traducir esos datos en acciones reales. “Los seres humanos, en general, buscamos retroalimentación. Queremos saber cómo vamos, ya sea en el trabajo, en nuestras relaciones o en cómo responde nuestro cuerpo a los cambios que hacemos,” señala Vanessa Clark, especialista en nutrición y medicina funcional. “Los datos nos ayudan a comprender mejor un problema, nos motivan a actuar, nos muestran si ese cambio está funcionando y nos impulsan a mantenernos constantes. Cambiar no es fácil. Pero cuando los datos son precisos, útiles y aplicables, pueden convertirse en una herramienta poderosa para transformar nuestra salud.”


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